Un trabajo en la editorial Bruguera que compartió con Vázquez, otro gran dibujante, del que comenta que "siempre nos llevamos bien; fue de lo mejorcito de la profesión, con mucha gracia y un buen dibujante".
"Lo que pasaba es que yo trabajaba mucho y a él no le gustaba trabajar hasta que se quedaba sin un duro", subraya.
A los 21 años, y después de abandonar su puesto como botones del Banco Español de Crédito para dedicarse por completo al mundo del cómic, Ibáñez trabajó como un negro durante muchos años, "veintiséis horas al día, ocho días a la semana y, si hacer cinco o seis páginas era lo corriente en esa época, yo escribía diez y lanzaba seis álbumes al año", rememora.
Ibáñez siempre ha reconocido que "Rompetechos", ese hombrecito bajito, simpático y con gafas de culo de vaso, resulta su personaje preferido, hasta tal punto que "como siempre dicen, el personaje acaba pareciéndose a su autor y ese es ahora mi caso"", ironiza


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